Antorcha…
¿De dónde viene nuestra fuerza en esos momentos difíciles?,
¿Cómo resultan esos momentos perfectos?, en definitiva… ¿Quién nos da ese
empujón necesario para seguir adelante?, normalmente algo o alguien más allá
para por ahora no darle un nombre, es el
aparente protagonista de la mayoría de estos menesteres de nuestra vida diaria.
Sin embargo desde mi punto de vista, ese algo o ese alguien siempre está en
nosotros, por lo general lo describimos como esa luz interna que nos impulsa a
dar en todo momento un poco más, digo “luz” para tratar de pasarle por un lado
al tema religioso y así no caigamos por los momentos en ese tema, el nombre que
le pongamos por ahora no es quizás el tema que nos atañe hoy, lo importante es
saber que de cualquier manera dentro de nosotros ocupa un lugar especial que
siempre es nuestro maravilloso “as” bajo la manga para todo.
Creamos o no en ciertas cosas, sin importar religiones y
cualquier otro tipo de tema relacionado, se trata de crecer como personas en
todo momento, a la final inconscientemente creo que es el modo de vida de todos
aquellos que admiramos o esas personas que alcanzan el éxito en todo lo que
hacen, el deportista se hace mejor mientras más entrena, a medida que comprende
el respeto por el adversario y por su propio logro en la actividad que realiza,
en la concentración y en el desarrollo de su actividad, el científico se
prepara y se vuelve aún mejor mientras más estudia e investiga cada segundo sobre
el tema que evoluciona, las largas tardes y noches de los músicos cuando
componen sus temas; y así en cada tópico de nuestra vida esa luz crece y crece
y se hace por momentos incontrolable, pues del mismo modo como personas actúa
ese principio, es nuestro diario andar, nuestras acciones, el amor por nuestra
familia y cuando digo familia son todos aquellos que bien sean por la afinidad
sanguínea o por ese cariño que trasciende cualquier barrera se convierten en
parte de nuestra vida a través de los años y forman junto a nosotros esa
“manada” que daría cualquier cosa por ayudarse unos con otros.
Esa luz siempre está ahí, de nosotros depende cuán grande
queremos que sea, o si en realidad queremos dejarla que por sí sola se consuma
y se apague. Pero inclusive esas personas que logran comprender que la vida no
termina solo cuando se deja de respirar, son aquellas que dejan esa llama viva
entre los que aún rondamos por estos lados, algunos dejan libros indispensables en
nuestras repisas en casa, otros dejan descubrimientos médicos o de ingeniería
que hacen que el mundo sea un mejor lugar, otros se dan a la tarea de dejar
pueblos en libertad, otros vamos dejando hijos maravillosos, les digo así a
aquellos que corren con la suerte de ser criados en libertad de pensamiento,
aquellos que comprenden que no hay mejor obra que ayudar a otros y a sí mismos,
aquellos que se encargan de compartir lo propio para que otros también puedan
seguir adelante. Lo importante es saber que no podemos responsabilizar a nadie
por el crecimiento de ese fuego interno, somos nosotros los únicos responsables
de ello, recuerden que si… algo o alguien la dejó ahí… precisamente para que
hagamos de ella algo mejor. Siempre será nuestra dedicación y el cariño que le
pongamos a nuestro objetivo el combustible necesario para que esto ocurra, de
otra manera no será mucho lo que va a ocurrir, si así fuera pues hagan por
probar una fogata y no la alimenten durante la noche, seguramente en la mañana
ya no calentará más… Por otro lado mientras más la alimentemos pues
encontraremos calor para todos alrededor de ella.
Tratemos entonces de pasar por esta vida y dejar esta
antorcha encendida para que los que vengan puedan de ella absorber lo mejor, y
porque no… hacerla crecer aún más.
El fuego solo hace daño cuando lo usamos para lo que no es
debido…
Muchos cariños…
Luis
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